La cultura no debe
desencadenar procesos contestatarios y de resistencia al poder sino
cultivar seres humanos dóciles que agradezcan lo que el poder les
entregue. Concesiones graciosas del monarca que no son propiedad de
quienes pagan impuestos o conforman la fuerza productiva de una sociedad.
Es irrelevante, en definitiva, que tras la obra pública se hayan eliminado las instituciones de una democracia republicana que establece límites al poder.
la cultura no puede desencadenar procesos liberadores,
contestatarios o de resistencia tan solo construir masas sensibles, generosas. Una
masa agradecida sensibilizada a través de la cultura es siempre mejor que una
masa crítica, inconforme y gritona ; que recibió todo lo que tiene si el
pueblo ha logrado conquistas materiales es porque le han caído del cielo.
Esta forma de ver el mundo es, además, penosamente moralista. En esa moral, el mercado y el capital son agentes que pervierten al pueblo porque lo alejan de la bondadosa tutoría del líder sabio, culto e iluminado.
Mensajes que por llevar un tono de crítica han llegado para quienes sienten de la concentración de poderes, del abuso de los bienes del Estado, de la corrupción, etc. sin embargo, contenidos que reproducen un patrón de pensamientos totalmente diferentes.